Pero aún
siguen las malas noticias, este año 2020 no solo nos trajo esta terrible plaga
del Coronavirus, sino que se convirtió junto al año 2005 como el año donde más tormentas y huracanes han
aparecido a lo largo y ancho del mundo. Tantas que, generalmente a los vientos
superiores a 39 km/h se les da categoría de tormenta y a medida que aumentan su
velocidad se convierten en tornados y huracanes. A estas tormentas los centros meteorológicos
más prestigiosos les asignan nombres con la inicial del abecedario (no a título
de juego sino para que puedan ser recordados fácilmente) como por ejemplo vimos
a Katrina destrozar parte de Luisiana y vimos a María semi destruir a la isla de
Puerto Rico. Pero han sido tantas las tormentas y huracanes que han aparecido, que se nos han agotado las letras del alfabeto para nombrarlas. Ya llevamos 39 . Es por ello que se comenzaron a nombrar con las letras del alfabeto griego. Dos tormentas actualmente azotan a Panamá, país que nunca había sido visitado
por huracanes, los nombres que se les colocaron, fueron Iota y Kappa (novena y décima letras del alfabeto griego).(. Este mismo huracán Iota tocó tierra nicaragüense el lunes pasado y ha sido devastador. Rogamos a Dios que los daños que
produzcan estas tormentas en nuestro país hermano, no sean devastadores.
¿Hay un final a la vista?
Cuando las tormentas nos bombardean
repetidamente, es fácil sentirse abrumado, entumecido, exhausto y
abatido.
Estamos tentados a ceder a sentimientos de
desesperación.
Creo que Dios comprende nuestros
corazones. Quiere que hagamos preguntas difíciles. ¿De qué otra
manera podemos buscar su presencia si no somos honestos con él?
Vemos esto a lo largo de las
Escrituras. Al examinar la palabra de Dios, podemos aprender a redirigir
nuestros pensamientos y cambiar nuestro enfoque.
El escritor del Salmo 77 hizo
preguntas difíciles a Dios: “¿El Señor desdeñará para siempre y nunca más será
favorable? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se acabaron sus
promesas para siempre? ¿Se ha olvidado Dios de ser
misericordioso? ¿Ha callado con ira su compasión? (vv. 7-9).
Me he sentido así muchas veces durante este
año.
Y supongo que tú también.
Pero al expresar su desesperación, el salmista
recordó la fidelidad de Dios: “Me acordaré de las obras del SEÑOR; sí,
recordaré tus maravillas de antaño. Meditaré sobre todo tu trabajo y
meditaré en tus maravillas. Santo es tu camino, oh Dios. ¿Qué dios es
grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que obra maravillas; has
dado a conocer tu poder entre los pueblos. Tú con tu brazo redimiste a tu
pueblo, los hijos de Jacob y de José” (vv. 11-15).
Nombra tu tormenta a Dios
Cuando parece que no se vislumbra un final para
las tormentas y nos sentimos tentados a pensar en el futuro como más de lo
mismo, es hora de recordar, reflexionar y meditar.
A diferencia de los huracanes, las tormentas
que enfrentamos a diario no tienen que ser grandes para que podamos nombrarlas
cuando vayamos a Dios.
Ninguna tormenta es demasiado grande o
demasiado pequeña para él.
En cada tormenta, él es nuestro refugio,
fortaleza y refugio.
El Salmo 46:1–3 dice: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda muy
presente en los problemas. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra ceda,
aunque los montes se trasladen al corazón del mar, aunque sus aguas bramen y se
espumen, aunque los montes tiemblen al hincharse”.
Para conocer esa seguridad en medio de las
tormentas, tenemos que desviar nuestro enfoque lejos de ellas: “Estad quietos,
y sabed que yo soy Dios. ¡Seré exaltado entre las naciones, seré exaltado
en la tierra! El SEÑOR de los ejércitos está con nosotros; el Dios de
Jacob es nuestra fortaleza” (vv. 10-11).
Y en el Salmo 13 ,
David expresó su difícil pregunta: “¿Hasta cuándo, oh SEÑOR? me olvidarás
para siempre? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? (v. 1). Con
esta conclusión: “Pero he confiado en tu misericordia; mi corazón se
gozará en tu salvación. Cantaré al SEÑOR, porque me ha bendecido ”(vv.
5-6).
Nombra tu tormenta a Dios, luego recuerda su
fidelidad. Y afirma y canta con el escritor del Salmo 91 :
“El que habita al abrigo del Altísimo, a la sombra del Todopoderoso
morará. Diré al SEÑOR: 'Mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien
confío' ”(vv. 1–2).
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